lunes, 31 de enero de 2011

Puertorriqueños para no olvidar

Perfiles de dos puertorriqueños cuyas ejecutorias merecen no olvidarse

Si la memoria de los pueblos es tan corta que olvidan rápidamente a las figuras rectoras de sus destinos (quienes vivimos la época de Muñoz Marín nos sorprendemos del desconocimiento que de su persona tienen ya más de dos generaciones), ¿cuánto menos recordarán a aquéllos que no ocuparon posiciones estelares?

Santiago Polanco Abreu fue uno de esos. Aunque importante –Representante a la Cámara por Aguadilla-Isabela, llegó a presidir ese cuerpo; fue Comisionado Residente en Washington y candidato a la gobernación del país- su contribución política se llevó a cabo como miembro del equipo del Partido Popular Democrático bajo Luis Muñoz Marín. El rescate de su vida y sus ejecutorias políticas en este volumen de la serie que sobre el período transformativo del siglo XX edita la Universidad Interamericana ayuda a esclarecer los perfiles de un momento de gran creatividad política, como lo caracteriza en su ensayo el historiador Luis Agrait.

Hay mucha información aquí. La entrevista que le hace Héctor Luis Acevedo a Viola Orsini, viuda de Polanco Abreu, establece los perfiles salientes de su vida; en otro artículo, el propio Acevedo le presta contexto al momento en que fue Comisionado Residente (y señala una condición que ha transformado las reglas del juego de nuestra relación con los Estados Unidos: la creciente federalización del país entero). Luis González Vales, Historiador de Puerto Rico, ofrece los pormenores de la carrera legislativa de Polanco Abreu y Néstor Duprey, con José Luis Colón, indagan en sus incidencias parlamentarias, como su defensa de la creación de la WIPR o de la Administración de Terrenos. (En las palabras de Polanco en torno a la resolución que reaccionaba a la promesa de Eisenhower de concederle a Puerto Rico la independencia si así lo pedía, se perciben los malabarismos verbales –y mentales- con los que los populares resistían en esa época una mayor libertad política para la Isla).

En otro ensayo, José Luis Colón puntualiza el enfrentamiento entre Polanco Abreu y Jorge Font Saldaña en el 1963 por la presidencia de la Cámara, lucha en que triunfó Polanco, a diferencia de lo que sucedería cinco años después, cuando fracasó su candidatura a la gobernación frente a la de Luis Negrón López.

Pero si algún ensayo aporta perfiles nuevos al panorama histórico-político puertorriqueño del siglo XX es el de Néstor Duprey, “Viajes por un campo de guerra: Santiago Polanco Abreu y la izquierda democrática latinoamericana”, que ofrece una trayectoria de las relaciones del gobierno de Muñoz Marín con esa corriente ideológica. Se ha hablado mucho de los vínculos de “el Vate” con José Figueres de Costa Rica y Rómulo Betancourt de Venezuela, además de mencionarse su oposición a dictadores como Trujillo y Batista. Aquí se encuentran los pormenores de esas relaciones y oposiciones, que incluyen el establecimiento en Costa Rica de un Instituto de Educación Política (sufragado en parte por la CIA). Aquí también están los detalles de las relaciones de Muñoz con líderes moderados de la triunfante Revolución Cubana como Rufo López Fresquet, Felipe Pazos y Manuel Ray. En varias ocasiones, Muñoz invitó a los líderes cubanos a que visitaran nuestra Isla para ver el modelo de una revolución pacífica.

Bien editado, con numerosas fotografías y una sección nutrida de documentos primarios, este libro constituye un aporte a la historiografía puertorriqueña del siglo XX.


un gran músico puertorriqueño

Si poco se conoce, en general, de las vidas de nuestros políticos, menos aún se conocen las de nuestros artistas. La biografía de un gran músico y un gran pianista puertorriqueño, Jesús María Sanromá, escrita por Alberto Hernández, ilumina el panorama musical del siglo XX en nuestro país.

El autor es un investigador puertorriqueño, director de la biblioteca del Centro de Estudios Puertorriqueños en Nueva York y pianista él mismo. Su libro provee una visión a la vez amplia y detallada de la carrera del maestro. Quizás más que ningún otro concertista puertorriqueño, Sanromá (1902-1988) logró una fama sólida no sólo en los Estados Unidos sino también en Europa, donde residió por temporadas. Su virtuosismo y su versatilidad lo hicieron destacarse entre los músicos de su tiempo y su repertorio le dio amplia cabida a las piezas musicales de sus contemporáneos (Stravinsky, Villa-Lobos, Shostakovich, Prokofiev, Manuel de Falla y Gershwin, entre otros). A nuestra Isla regresó en 1951, y estuvo vinculado a la UPR, donde llevó a cabo varias iniciativas que enriquecieron la vida musical del país.

Interesa especialmente lo ameno del recuento, que incluye la entrañable vida familiar del virtuoso, comprobable en las numerosas cartas cursadas entre él y su familia cuando partió hacia Boston en 1917 con una ayuda legislativa auspiciada por el gobernador Yager para estudiar en el New England Conservatory of Music. Su familia, que hizo múltiples sacrificios por la carrera de su “niño prodigio”, lo siguió. El libro también da cuenta de sus años como pianista oficial de la Boston Symphony Orchestra a partir de 1924 y revela, además, el carácter afable y llano del biografiado.

Hay detalles curiosos, como la relación entre la familia Sanromá y Pedro Albizu Campos, que se encontraba en Boston en 1917 e invitó a la familia a una reunión en una iglesia católica de Cambridge con la intención de que todos atendieran a su vida espiritual y cooperaran con los latinos que necesitaran su ayuda.

El libro tiene un índice, un apéndice que enumera las piezas del repertorio orquestal de Sanromá y otro que da noticia de sus grabaciones.


Noticia de Carmen Dolores Hernández para La Revista de EL NUEVO DIA del domingo 23 de enero de 2011, p. 5

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