Hermosos para ver; interesantes para leer
En estos días de Navidad compartimos con los lectores la noticia de un puñado de libros tan hermosos como valiosos
Fresco (el guineo de la cubierta rezuma, literalmente, frescura), atractivo, el formato de este libro invita a devorar su contenido. Se trata de una especie de directorio de artistas muy jóvenes de Puerto Rico -los cincuenta incluidos tienen menos de 35 años- que busca presentarlos a ellos y a su entorno profesional. Esto último se hace a través de siete ensayos de otros tantos curadores que seleccionaron a los artistas. De los nueve que tuvieron a su cargo la selección, Pablo León de la Barra, Paco Barragán, Elvis Fuentes, Marianne Ramírez Aponte, Cheryl Hartup, Marysol Nieves, Juan Carlos López Quintero, Marimar Benítez y Silvia Karman Cubiñá, sólo las últimas dos no escribieron un ensayo.
La editora del libro, Celina Nogueras, quien se ha destacado en el mundo del arte contemporáneo puertorriqueño como directora artística de la feria CIRCA, celebrada en San Juan durante cinco años consecutivos a partir del 2006, escribe una introducción en la que bautiza a esta nueva generación de artistas con el nombre del título: “Frescos”. Destaca su energía, la pluralidad de sus propuestas formales y temáticas y la amplitud de sus proyecciones extra-insulares. Señala también hacia las nuevas prácticas de presentación y exhibición del arte y hacia los nuevos espacios que han surgido, algunos autogestionados por los mismos artistas.
Los otros ensayos consideran los contextos del nuevo arte puertorriqueño. Pablo León de la Barra, en “Ponle más Puerto Rico a la cosa”, subraya la manera en que los artistas jóvenes buscan una nueva relación entre el arte y la sociedad; Barragán, en “Borderline, o cómo sacarle provecho a la insularidad límite”, señala hacia el predominio del ‘kitsch’ como “manifestación formal, e incluso conceptual, que sirve para establecer un discurso crítico y, en no pocas ocasiones, para hablar de lo utópico”; Fuentes, en “Anotaciones paradójicas sobre el arte puertorriqueño”, presenta la multiplicidad de iniciativas (los nuevos museos, las directrices de arte público, la organización de la Trienal, el establecimiento de CIRCA y el surgimiento de espacios alternativos) que han propiciado una nueva visibilidad. Señala también hacia aquellas condiciones que han obstaculizado el desarrollo aún mayor de los espacios para el arte.
Ramírez Aponte, en “Apuntes sobre una escena emergente”, recalca la importancia de los espacios alternativos y de Internet; Hartup, en “La mirada del sonido” presenta la importancia de la música -del elemento sonoro en general- en el arte; Marysol Nieves, en “Redefiniendo el paraíso: hacia una nueva estética ‘tropical’ urbana” analiza la nueva visión urbana de los artistas jóvenes, visión que subyace a una estética alejada de la tradicional mirada bucólica asociada con el trópico. López Quintero, en “Arte joven de Puerto Rico: un capítulo actual en la política de lo íntimo y lo universal” analiza la superación de los discursos identitarios localizados, que han cedido ante la nueva globalización del arte.
Los ensayos apuntan hacia un panorama dinámico, provocador y, justamente, fresco. La lista de artistas ofrece aún otros puntos de interés. Aparece una pequeña ficha biográfica-profesional de cada uno: lugar de nacimiento y de residencia actual, educación, premios recibidos, exhibiciones bienales o trienales en las que ha participado, colecciones públicas en donde se encuentra su arte y la bibliografía de lo escrito sobre él o ella. Se ofrece también una pequeña muestra de su obra.
Todo ello revela un perfil colectivo interesante: sale a relucir, en primer lugar, la gran movilidad de estos artistas. Aunque la mayoría nació en Puerto Rico, no pocos nacieron en otros lugares, sobre todo los Estados Unidos. Un 40% vive ahora fuera de Puerto Rico, como señala Celina Nogueras en el prólogo, sobre todo en los Estados Unidos, aunque también hay quienes viven en diferentes lugares de Europa. Muchos han exhibido en Estados Unidos además de en Puerto Rico y un pequeño número también lo ha hecho en Europa. Resulta igualmente significativo que la inmensa mayoría se haya formado en la Escuela de Artes Plásticas de Puerto Rico, aunque la UPR y su Departamento de Bellas Artes ocupan un segundo lugar como centro de formación. No es menos notable la diversidad en los medios y propuestas formales. Estos artistas hacen instalaciones, fotografía, graffitti, grabado, performance, video además de pintura. Gran parte de su arte se sale absolutamente de los cánones de las prácticas artísticas según se concebían tradicionalmente. Les interesan más bien las relaciones entre el artista y la sociedad, que manifiestan a través de descubrimientos, revelaciones, comentario y crítica. Es una nueva manera de mirar el entorno.
El libro no es sólo bello; es también valioso como documentación y muestra de las nuevas prácticas y visiones y de los nuevos nombres asociados con ellas. Es, además, un libro bilingüe, lo cual significa que puede ser sumamente útil como carta de presentación y explicación del arte puertorriqueño ante un público extra-insular.
El Yunque
Lo hemos tomado siempre por sentado. Ahí está, al noreste de nuestra Isla, dominando –majestuoso- el panorama. Ahí ha estado siempre El Yunque, misterioso y sugerente, esplendoroso y bello. Este libro, sin embargo, nos revela algo más que su apariencia; nos da a conocer su historia, su importancia ecológica y sus particularidades. Porque no se trata sólo de magníficas fotografías -que también las tiene- sino de información interesante sobre todos los aspectos de nuestra gran bosque nacional, desde el origen de su nombre y los cambios que éste ha tenido (los indios probablemente lo llamaron “yuke”; los españoles lo denominaron “Sierra de Luquillo” y “Bosque de Luquillo”; los esclavos africanos le decían “Furidi”; los americanos le pusieron “Caribbean National Forest”: el nombre oficial es hoy “El Yunque National Forest”) hasta su vinculación con fenómenos religiosos como los bautizos masivos en sus ríos celebrados por ciertas denominaciones protestantes y las asociaciones con eventos misteriosos como la aparición de OVNIS.
Aquí se reúne una gran cantidad de datos. Descubrimos, por ejemplo, que los nombres de algunos sectores del bosque se refieren a los primitivos asentamientos de quienes cultivaban allí la minería (Guzmán, Jiménez, González, Toro, Herrera). Descubrimos también que la primera ley de conservación promulgada en Puerto Rico fue la del gobernador don Miguel de la Torre en 1824, cuando reaccionó ante el peligro de la deforestación que se estaba llevando a cabo en aras de la agricultura en la región. Hacia finales del siglo XIX quedaban sólo 12,000 cuerdas de bosque. Era tan real el peligro de la deforestación (cuyas consecuencias desastrosas en otras islas del Caribe estamos viendo hoy en Haití), que el rey Alfonso XII promulgó la “Ordenanza de Montes para el servicio de ramo de las provincias de Cuba y Puerto Rico” en 1876. El Yunque se convirtió entonces en una de las primeras reservas forestales del hemisferio occidental.
Se hace aquí también el recuento de la administración del bosque por parte de gobiernos locales o de las potencias imperiales que nos han gobernado. Otro renglón resulta menos agradable: en 1963 El Yunque fue utilizado para experimentos con radiación y en 1968 se usó allí el temible “agente naranja” que les servía a las fuerzas norteamericanas para deforestar enclaves tupidos en Vietnam. También ha servido el lugar para el entrenamiento de tropas norteamericanas.
El fotógrafo Victor Manuel Nieves recorre todo el bosque con su cámara y comparte con nosotros lo que vio a través del lente. Conocemos así el bosque de Tabonuco (el más bajo de todos en altitud del terreno pero el de árboles más altos), el bosque de palo colorado (donde anidan las cotorras de Puerto Rico), el bosque de palmas de la sierra y el bosque enano (que se encuentra a la mayor altura, pero cuyas tierras son tan húmedas y su neblina tan espesa que los árboles no crecen mucho, quizás por falta de sol). Aún otras secciones están dedicadas a hermosas fotografías de las flores, de las aguas y de la fauna de El Yunque.
Se trata de un libro esplendoroso cuya lectura y cuya visión alegrarán los días de Navidad y cualquier día del año.
Puerto Rico: un tesoro natural
En este libro priman las fotografías que recogen muchos elementos de la enorme belleza natural de nuestra Isla. No hay aquí tanta información como en los dos libros anteriores ni hay un orden cohesivo en la presentación de las fotografías, que incluyen paisajes, flora y fauna, en especial de reservas naturales, bosques, manglares, lagunas y zonas costeras. Aquí y allá, sin embargo, se espigan algunos datos interesantes, como el hecho de que la Reserva Natural Hacienda La Esperanza consiste de 2,278 cuerdas o que en nuestra Isla hay 35 áreas designadas como reservas naturales. Con los 20 bosques protegidos que también tiene Puerto Rico, el resultado es que un 9% de nuestro territorio está protegido por ley del desarrollo desmedido, lo cual –en este mundo caótico en que vivimos- son muy buenas noticias.
Editado por Andrea Barrientos, este es un libro hermoso para disfrutar con admiración y alegría y para regalar a quienes puedan hacerlo también.
Noticia de carmen Dolores Hernández, tomada de El Nuevo Día, domingo 26 de diciembre de 2010
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